LAURA CASTAÑÓN. «ESCRIBIR NO TIENE QUE VER CON TECLEAR»

On 26 julio, 2013 by Redacción Creatividad Literaria

No lleva un mes en las librerías y ya está entre los diez títulos más vendidos de la Casa del Libro, en concreto en el número 7, el de la suerte, curiosamente. Dejar las cosas en sus día'Dejar las cosas en sus días's (Alfaguara, 2013) es la primera novela de Laura Castañón, maestra durante más de tres décadas de escritura creativa y correctora profesional. Su debut como escritora ha sido un éxito y eso que, reconoce, no ha hecho nada de lo que sugería a sus alumnos. También dice que “da igual que conozca todo los procesos creativos y editoriales que yo lo estoy viviendo con una sensación de alegría, se podría decir que hasta un poco infantil “. Reflexiona además que, sin verlo como un aspecto negativo, tal vez ha sido “vampirizada” por las historias que escribían otros y que ella tenía que analizar y corregir. Y, aunque le “saliera fácil” en cuanto se sentó con su novela, reconoce que ha aprendido que escribir no se trata de teclear: “Hubo períodos de meses enteros en los que no escribí nada pero en mi cabeza iba creciendo la historia”. Ahora intenta “alejar la sombra del síndrome de la segunda novela”, porque, atención lectores enganchados ya a esta autora y a esta historia, Dejar las cosas en sus días, tendrá continuación.

* Sorteo de la novela

**Curiosidades familiares, es la madre de la poeta Sofía Castañón

*** Entrevista, zumos, alguna aceituna y debate sobre cómo plantear una entrevista en el Café Gregorio (Gijón)

Eres asturiana y la historia se desarrolla en Asturias. ¿Es más un reto o una facilidad?

En mi caso una facilidad porque el territorio en el que se desarrolla es muy mío. Digamos que hay dos planos temporales. El antiguo, el de principios del siglo XX,  que es el territorio donde nací y donde viví muchos años. El presente es en Gijón, la ciudad en la que vivo desde hace tiempo.

¿La novela histórica es más compleja que la que transcurre en el presente?

La novela histórica te exige más documentación. A veces estás escribiendo y a cada línea te salta una duda. Entonces tienes que hacer una nueva consulta sobre algún detalle, sobre lo cotidiano, por ejemplo. Aparte del trabajo previo de documentación de la época, luego surgen esos detalles que te frenan un poco, pero a mí me resulta un trabajo muy atractivo y he disfrutado mucho.

¿Cuándo y por qué decidiste que escribirías este libro?

Primero, hay una imagen que ha estado siempre presente en mí. Cuando era muy pequeña, tendría cinco o seis años, paseando con mi madre, me llamó la atención una casa, estaba al lado del río, era oscura, y le pregunté a mi madre que qué casa era aquella y ella me dijo que allí vivían las señoritas de Pomar, y que tenían una biblioteca y una sala de billar. El billar me daba un poco igual, pero el hecho de pensar que pudiera existir una casa con una biblioteca dentro… a mí me encantaba leer pero tenía pocos libros, imaginar aquella casa… me fascinó esa imagen. Luego, el escribir la historia es posterior. Tuvo que ver con la enfermedad, me diagnosticaron fibromialgia y fatiga crónica y tuve que dejar de trabajar. En cuestión de poco tiempo empecé a escribir.

¿Te plateaste desde el principio que la novela tendría continuación?

No. Uno no se despierta un día y se dice voy a escribir una trilogía. La historia es muy coral. Te vas dando cuenta de la potencia de determinados personajes y determinadas historias. Fui viendo que algunos podían tener su espacio propio. También el período histórico, que se desarrolla a lo largo de cien años, lo pedía.

¿Cómo te organizaste a la hora de escribir Dejar las cosas en sus días?

Desde principios de los ochenta he impartido clases de escritura creativa y no he hecho nada de lo que les sugería a mis alumnos. Me da hasta vergüenza. He sido caótica, he tenido falta de disciplina… todo lo que les decía que no debían hacer. Dediqué mucho tiempo a leer, a documentarme, a tomar notas, y a la vez iba escribiendo. Era un trabajo muy paralelo. También hubo períodos de meses enteros en los que no escribí nada pero en mi cabeza iba creciendo la historia. Me he dado cuenta de que escribir es un proceso que no tiene que ver con teclear. Aunque pasen tres meses te sientas y todo se organiza solo.

Después de años de profesional de la literatura al otro lado, ¿qué sensación te queda una vez publicado algo tuyo y además con éxito?

No me lo creo. En ningún momento hubo vocación editorial, sabía que les iba a gustar a un grupo reducido de amigos, y también escribía por placer, para mí. Estoy muy sorprendida y feliz. Una amiga me mandó esta semana una foto de la novela  en la estantería de los libros más vendidos en la Casa del Libro de Madrid. Llegué a pensar que la imagen estaba trucada. Es muy sorprendente. El día que me mandaron el libro la sensación de abrirlo y pensar “lo he escrito yo y ahora es un libro que mucha gente va a leer”… Reconocí los párrafos y recordaba los momentos incluso en los que los había escrito. Da igual que sepa todo los procesos creativos que yo lo estoy viviendo con una sensación de alegría, se podría decir que hasta un poco infantil, y me gusta que sea así. Lo disfruto muchísimo.

¿Piensas publicar algo de lo que has dejado en el cajón?

No. Qué va. Es que he escrito muy poco. Yo creo que he sido una escritora que no ha escrito, como en esa canción de Sabina. Sin embargo, casi sin darme cuenta he ido interiorizando los procesos narrativos. En parte he sido un poco vampirizada por las historias de los otros, las que corregía o las de los cursos, me absorbían, pero cuando me senté a escribir salió fácil, supongo que sea por haber ido interiorizándolo.

¿Cómo y dónde te gusta escribir?

Por el rollo de la fibromialgia paso mucho tiempo en la cama, un poco en plan Onetti. Antes de estar enferma, curiosamente, me hice con una mesa de esas que ocupan todo el ancho de la cama. Es ahí donde más escribo. Esta novela se ha escrito también mucho en viajes en tren a Madrid. Portátil y mesita. No creo en los ritos. Escribía donde me pillaba.

 

¿Qué te aporta escribir? ¿Y qué te resta?

Restar nada. Aportar, muchísima felicidad en el sentido más amplio de la palabra. Me permite vivir otras vidas. Tener una posición de privilegio como lectora. Lo que más me gusta del mundo es leer y escribí lo que yo quería leer. Es como tener una novela  a la carta. Unos personajes que terminan por ser reales para mí. Luego descubro que los que la han leído también tienen esa misma sensación. Eso de que lo que inventes se convierta en real para otra gente me da mucha felicidad. También es muy grato investigar. Conocer gracias a la documentación cosas muy próximas a mí que desconocía.

¿Qué haces ante los bloqueos?

No recuerdo haber tenido grandes bloqueos. Escribía porque me daba la gana. No había contrato editorial. No tenía angustia por estar dos meses sin escribir. Sí que tengo un mini truco. Como la historia está escrita en dos planos temporales, si me bloqueo en uno voy al otro. Esto funciona también si tienes dos narradores, dos puntos de vistas, etc. Cuando sea propicio vuelves donde lo dejaste y ya está.

Después de esta publicación, ¿escribes ahora más relajada/confiada?

No he escrito nada desde que salió el libro. Me da un poco de miedo ahora escribir por la cosa de la presión, el síndrome de la segunda novela. Después de tantas cosas buenas que me están pasando con esta, sí reconozco esa sombra, esa presión. El temor está ahí, pero espero escribir, dedicarme a escribir con la misma sensación de felicidad de la primera.

¿Algún autor del que te dejes influir?

Todo lo que uno lee y que especialmente le gusta influye. Un crítico me apuntó que apreciaba una influencia en mí de Vargas Llosa, algo que yo nunca hubiera pensado. Sí comulgo cuando me comparan con Muñoz Molina, con la forma y el ritmo de construir las frases. Es un autor que me encanta y que lo he leido todo de él. Lo que está claro es que aquello que leemos, que vivimos o que vemos, lo llevamos de equipaje.

¿Qué gana la gente que va a un taller de escritura creativa?

Ganan conocer las técnicas de la cocina de la escritura, explorar aspectos de la creación que igual no se les ocurría. Descubren a manejar otros registros que pensaban que les eran ajenos. Luego está el lado social, participan además con otra gente que tiene las mismas ganas, objetivos o dudas. Lo que no aporta es el talento, pero ayuda a manejar técnicas que pueden ser muy útiles.

¿Qué error/hábito recomiendas evitar a toda costa a la hora de escribir?

La tendencia a contar demasiado. La contención es básica. Cuando  se empieza a escribir el deseo de contar es tan grande que es fácil que caigan en el exceso y no están dispuestos a sacrificar. Creo que era Ernest Hemingway el que decía que  el mueble más importante en el cuarto de un escritor es la papelera. Es un error muy de principiante, dejar poco espacio al lector para que interprete.

¿Qué llaves te gustaría tener?

Las del tiempo, sin duda. En el sentido más amplio de la palabra. No solo para ir al pasado o viajar al futuro. Que me permitieran moverme en el tiempo, es decir ser capaz de encogerlo, congelarlo y alargarlo a mi gusto. Sería maravilloso.

 

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