MIGUEL LÓPEZ GARCÍA: «LA EVASIÓN TOTAL»

On 26 noviembre, 2013 by Redacción Creatividad Literaria

Cuando la bruma se desvanece

Miguel López me advierte por teléfono: yo no soy un escritor como los otros a los que has entrevistado ¿eh? no tengo técnica, ni discurso, no sé… Este viernes  presenta en Gijón su segunda novela publicada, Cuando la bruma se desvanece, (KRK  Ediciones y Ayuntamiento de Castropol, 2012) ganadora del V Premio Zayas. Bueno, algo sabrás, le digo. Cerramos la cita. Quedamos.

Pero cuando nos vemos cara a cara veo que continua empeñado en convencerme, ¿a mí o a él?, que se resiste a aceptar su nueva condición, la cual adora, no hay más que leer esta entrevista.

Ex marino, ex capitán y actual controlador marítimo, la inspiración literaria le llegó cumplidos ya los cincuenta y la siente como un regalo de la vida. Dice que los dos mayores placeres se los han dado, alguna mujer y la escritura. Habrá quien piense que es falsa modestia, la de Miguel; a mí no me lo pareció. La novela descansa en la mesa mientras hablamos, testigo de sus palabras.

Yo creo que el marino ya de por sí es un tipo solitario, va apartandose un poco de los demás, va en busca de la vida solitaria y de repente escribes una novela, ganas un premio  y te piden que hables de ella allá arriba, en una tarima, delante de gente. Lo paso fatal porque yo no me siento escritor, no me siento seguro, no es como si hablara de algo que conozco bien, de los barcos por ejemplo. Debe de ser muy difícil escribir una novela. Estoy terminando la octava pero no tengo ni idea, nunca escribí un relato corto, nunca fui a un taller de escritura. Yo escribo como me sale. Una novela por año más o menos.

Dejémonos de excusas. Vamos a la entrevista.

*Cafés, charla y vistas al mar desde la cafetería México Lindo (Gijón)

Si nunca antes habías escrito, ¿por qué empezaste?

     Estaba de guardia en salvamento marítimo, en la torre, y una mujer se ahogó. Cuando nos dieron la información de quién era esa mujer me impresionó la historia. A mi aquello me afectó muchísimo. Le dije al compañero que iba a escribir una novela, y él pasó de mi. A los tres días fui a comprar un ordenador y me puse. En cinco meses la tenía. Se la di a leer a mi hijo y ahí quedó, en el cajón. Me asusté muchísimo cuando terminé. Lo había pasado muy bien escribiéndola, pero tenía la sensación de que la historia me había venido dada, que de qué iba a escribir yo ahora. Al cabo de unos días me puse a escribir algo completamente diferente, una de humor. También quedó en casa. A continuación escribí ‘Sucedió aquí’  y ‘Cuando la bruma se desvanece’, que ganaron el Villa de Brunete y el Zayas. Intentan mostrar la parte del pueblo que normalmente no ves. Yo soy de pueblo, de Barres, cerca de la playa de Peñarronda. Viví allí durante dieciocho años. Quise escribir sobre la parte negativa de los pueblos, las historias que van pasando de familia en familia y que terminan en ocasiones en desenlaces trágicos, como es el caso de estas dos novelas. Me faltaba una novela náutica. No de aventuras, sino del marino que realmente existe. Tiene dos protagonistas, el bala y el que echa en falta a su familia. Se titula ‘Aguas blancas’. Es mi novela más querida. Esta sí me gustaría editarla. Quedó finalista en el Ciudad de Almería. Luego escribí Una esperanza en el vacío, que quedó también finalista en el Premio Concejo de Siero de Novela Corta.

Estuviste quince años en alta mar, cuando llegabas a un puerto y escribías una postal o cuando redactabas el diario de bitácora, ¿aparecía entonces el escritor que has descubierto que hay en tí?

     Cuando escribía a mi mujer sí recuerdo que me gustaba, fantaseaba un poco. Pero en el diario de bitácora no, porque es técnico. Nunca tuve yo ese afán por escribir. Lo único que escribí en mi vida y que estaba ilusionadísimo fue un relato para un concurso a nivel nacional de Coca Cola, cuando iba al colegio, fíjate. Yo estaba convencido de que iba a ganar y me cogí un disgusto enorme.

¿Con qué dificultades te encontraste cuando empezaste a escribir? ¿Y cuáles tiene hoy en día?

     La parte gramatical es la que más dificultad me supone, pero siempre me ayuda algún amigo. Por lo demás no encuentro dificultad, la normal, como cualquier trabajo. Nunca lo dejé un mes, ni tiré una página, ni me frustré. Nada.

¿Te enganchó mucho?

     Sí, ya te digo que después de la primera novela me asustó no poder continuar.

¿Y qué razones encuentras?

     Soy una persona muy introvertida y para mí es un antídoto. Esa hora en la que estoy sentado y consigo entrar en los personajes para mi es sublime. Cuando me sucede me acuerdo de los que están cinco horas con la caña, quietos, esperando a que les pique un pez o los que hacen puenting. Esa búsqueda de un minuto de evasión yo la conseguí escribiendo. Me introduzco en los personajes y desaparezco de este mundo. Es lo más maravilloso que yo he vivido en mi vida, junto a la compañía de alguna mujer. Llegas a la evasión total.

¿Tienes ayuda de alguien?

     En la parte gramatical, ya te digo, no la domino.

¿Y qué rutina tienes?

     Yo las tardes, si puedo, las paso escribiendo. Me gusta a partir de las cuatro o cinco dedicar un par de horas a la escritura, y si no lo hago lo hecho de menos, lo paso mal.

Cuando finalizaste el primer libro, ¿te costó enviarlo a un concurso o tuvieron que animarte?

     Yo nunca envié un libro a un concurso. Los guardaba en casa y una amiga a la que le había gustado uno me dijo que concursara, pero yo soy una persona bastante vaga, menos para escribir. Mi mujer también empezó a insistir y al final les dije que hicieran lo que quisieran con ellos. El día que llamaron de Brunete yo no sabía de qué concurso se trataba ni con qué novela había participado, yo no sabía nada. Es el día de hoy que esta amiga sigue enviándome los libros.

Vamos, que tienes secretaria.

     Sí, sí, ella se encarga de todo, ya ves, tengo una pequeña industria. Ella secretaria, otro par de amigos la corrección… Está todo perfectamente estructurado.

¿Eres lector?

     En los barcos leía absolutamente de todo. Las bibliotecas de los barcos son muy pequeñinas, dificilmente encontrabas una joya literaria, pero lo leí casi todo.

¿Te ves reflejado en algún escritor?

     No, no, no. 

¿Y qué estilo tienes?

     Yo procuro darles siempre  a mis historias un pequeño toque para que el lector no se aburra. Me encanta cuando me dicen «es imposible dejarlo». Yo ya sé que no voy a enseñar nada a nadie pero sí que me gustaría que disfrutaran. A mí me gustan los escritores sudamericanos, también Saramago, Herman Hesse, Thomas Mann. Reconozco que leo poca literatura moderna, será porque ya soy viejo. Me gustan mucho los clásicos españoles. Pero me quedo con García Márquez. ‘La hojarasca’ es un libro que me parece maravilloso. Y sí puede ser que algo de ahí se filtre en mi estilo. Me gustan los autores de centro Europa y los nórdicos. Me parece una literatura preciosa. Un amigo que tiene una biblioteca fantástica me ha pasado algún libro de autores chinos y japoneses y me parece que tienen una sensibilidad y una belleza fuera de lo común.

¿Cómo ha cambiado tu vida?

     Totalmente. Ha sido un cambio brutal. Desde que comencé hace nueve años, solo con pensar en las horas que dedico a la escritura,  el cambio es absoluto. Pero lo es todos los aspectos. Disfruto mucho más de la vida. Es una terapia para mí. Todo lo que llevaba dentro y que muchas veces no cuentas a nadie está explicado en las novelas. Soy una persona afortunada. Viví en un pueblo, estudié la carrera de Náutica en gijón, recorrí el mundo entero y como broche de oro, me llega esta afición, que yo creo que para un jubilado es maravilloso. La pena es lo difícil que es editar. Esta novela, con el premio ya conseguido, fue enviada a todas las editoriales de España, y no he tenido ninguna respuesta, solo de las editoriales de pago. Visto esto la cosa no pinta nada bien. Solo trabajan sobre seguro, claro que es un negocio, pero deberían abrirse a gente nueva. Si yo tuviera treinta años metería en la maleta mis novelas y me iría a Madrid y Barcelona puerta por puerta, y aún así dudo que consiguiera algo. Me imagino que haya mucha gente buenísima, joven, que no logran en su vida publicar un libro. Pero mi vida es otra, no vivo de la Literatura, realmente me cuesta dinero.

¿Y ahora con qué sueñas?

     Seguir escribiendo, que lo voy a hacer. El que escribe sueña con un gran premio y con editar. que te lea mucha gente. No sueño con dinero, porque mi vida no es esa, pero con que te lean sí. Me gustaría editar esas novelas que tengo en el cajón, me da mucha pena que queden ahí. Hay quien dice que los premios no les interesa, eso es una gilipollez. Los premios son hermosos, significa que reconocen tu trabajo. Que el Premio Cervantes José Jiménez Lozano, que fue jurado del Premio Zayas, te diga que la novela tenía que haber ganado solo por el personaje de Veneranda, bueno, simplemente lloras oyendo eso.

¿Es tan literario y tan peliculero lo de vivir en el mar? ¿O es un mito?

     Vivir en un barco es maravilloso

Pero de verdad, no extiendas el mito ¿eh?

     Es otra vida. No es lo que se transmite en los libros y en las películas. Si quieres saber cuál es la vida del marino lee ‘Aguas Blancas’, si algún día se edita. Es una vida muy difícil . Imagínate vivir encerrado en veinte metros cuadrados cinco meses, conviviendo con quince o veinte personas, todos distintos. Recorres todo el mundo, pero no es ir de vacaciones, es otra historia. Para un escritor es maravilloso.  Si tú quieres conocer a la gente enciérrala en lugares pequeños, podría ser una cárcel, podría ser un barco o esa tontería de Gran Hermano que ponían en la televisión. Ves cómo el comportamiento humano llega a situaciones extremas. Para alguien que escribe pasar un tiempo en el barco o en un pueblo, es muy bueno para la descripción de personajes. Si encima tienes la suerte de ir de capitán, aparte de ser el que manda, eres un poco el padre de todos. Te llegan con sus problemas, con sus historias y eso puede abrirte otro mundo. Sucederá igual con los curas,  imagino, que conocen al que va a confesar. Da una visión fantástica para alguien que escriba. Ahora la vida en un barco no es lo que la gente se imagina. No sé, tal vez sea bonita la vida en un barco de pasaje, que van de baile con el traje. A mi nunca me tocó.

¿Bebes mucho de las historias de esos quince años de capitán?

     En ‘Aguas Blancas’ sí, las otras dos son puro pueblo. El hombre en situación extrema es cuando se comporta como realmente es y eso aflora en las novelas.

¿Fumas en pipa?

     Fumé sí, tuve pipa y barba grande…

¿Y comías espinacas?

     No, no, eso no, pero hice todo lo que hacen los marinos. Y también fui labrador, hice de todo. Estoy contento con mi vida. No la cambiaría por nada; y, ahora, ya de vieyo, escritor. Manda cojones.

 

 

 

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