RICARDO POCHTAR: «EL MAL DE NUESTRA ÉPOCA ES EL CONFORMISMO»

On 25 febrero, 2014 by Redacción Creatividad Literaria

Pochtar me saca cabeza (altura y capacidad craneal), y canas (capilar y sabiduría), y, y soy tan irreverente como para, entre sus reflexionesen la pizarra de la noche existenciales, dejarme seducir por el encendido y rojizo pincho de chorizo que nos ofrece en bandeja el camarero. Al morderlo siento que la grasa y yo con ella traicionamos las palabras inteligentes de mi entrevistado… Menos mal que Ricardo está más próximo al relativismo que al dogmatismo, que es un tipo sonriente de manos y nariz grandes con el que da gusto tomarse ese par de cañas, esas lecciones magistrales y también ese pincho de chorizo. Menos mal que no entiende la vida por tópicos sino a través de matices y rugosidades. Por esas me salvo y justificados pues mis gustos grasos pasamos a la parte objetiva: Vive en España desde el 74, ahora en Gijón, y su nombre estará incluído en una antología de poetas argentinos afincados en nuestro país de próxima aparición. Su obra poética la respaldan Lugar diseminado (1993),  Clinamen (Trea, 2006), El efecto mariposa (2010), El tamaño de los días (2012) y En la pizarra de la noche (2013).  Ahora viene la parte que normalmente encabezaría el principio de una entrevista, por eso de ganar audiencia y porque además sería lo lógico dada la relevancia pero que yo he puesto aquí abajo, por ganas de dar prioridad al imprevisible e incómodo chorizo:

Ricardo Pochtar es el traductor al castellano de El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault, ambas de Umberto Eco, El gatopardo de G. T. di Lampedusa o La filosofa en el tocador del marqués de Sade. Traduce regularmente para las Naciones Unidas donde conoció, entre otros, a Juan Gelman, y en 2010 le concedieron el Premio Internacional de Traducción Literaria Claude Couffon.

Así que la charla discurrirá sobre todas estas facetas, y que nos perdonen los vegetarianos. Comed, bebed o rascad mientras leáis, aquí hay mucho que aprender. O que cuestionar.

*Cervezas, pinchos y charla en Vinatería La Espuela (Gijón)

Algunos de sus poemas exigen bastante tiempo de reflexión. ¿Buscas ese juego de que el lector encuentre el significado o es una carencia mía?

            Lo que uno escribe lo lee un número indeterminado de personas, normalmente no son legión, y ni yo ni nadie tiene derecho a decir que el lector tiene carencias. Mi motivación para escribir no es un mensaje preseleccionado. No funciona así la escritura poética. Cuando uno escribe un ensayo o incluso una novela o cierto tipo de poesía puede que sí, pero en mi caso, no es así. No me planteo si es que se va a entender o no. El otro polo tampoco, no es que pretenda que no se entienda, pero si voy a poner una palabra que es la que necesito no tengo por qué cambiarla. Además, ¡qué sé yo quién va a leerlo! Debería tener un retrato robot de los lectores y, en fin, eso es inviable. La cuestión de fondo es que, si bien la poesía se comunica como cualquier texto, la poesía no es igual a comunicación. Mejor dicho, hay muchas formas de expresión verbal o gráficas donde el objetivo de la comunicación es mucho más fuerte, es el que manda. La poesía de alguna manera se separa del mundo. Cuando se habla en sociedad se busca la comunicación y la poesía no tiene esa función en mi manera de ver. Y vaya por adelantado, que todo lo que vaya a decir es mi manera de pensar, sin más. Otros tendrán otra.

Un traductor e intérprete de varias lenguas como usted, ¿se siente en casa al expresarse en su idioma?

            No, tampoco conozco tantos idiomas. Soy una persona de mentalidad cosmopolita tanto en moral idiomas costumbres. Me siento en casa en cualquier parte. No soy inconformista pero tampoco conformista, eso es lo peor que me podría pasar.

Vives lejos de tu país de origen, hablamos castellano pero con giro de asturiano, ¿te has adaptado?

           La adaptación al castellano de España la hice cuando empecé a trabajar con editoriales de aquí. Llegué en el 76, de manera que ya llevo mucho tiempo aquí. Yo nunca escribí en lo que Borges llamó «el lenguaje de los argentinos». Nunca le di un valor especial al argentino, ese apego no lo tengo. Me pueden hacer gracia ciertas expresiones, pero no le doy importancia.

¿Qué te aporta dominar otros idiomas en tu creación poética?img221

            Yo no creo en las influencias directas tipo «te lees esta biblioteca y empiezas a escribir». A veces, por el contagio del trabajo de traducción, estoy buscando una palabra y me viene en otro idioma. Quizás sí posea cierta flexibilidad léxica. Al estar acostumbrado a hacer malabares con las palabras, tengo cierta gimnasia, se me activan más palabras. No sé, mira, uno escribe porque las palabras tienen una magia. Lo digo sin hacerme el misterioso. No todo se  puede ni vale la pena explicarse, tiene que ver con la afectividad con el lenguaje. Un filólogo ve las palabras como objetos pero no debe de ser así para un escritor porque no iría a ninguna parte. Hay una diferencia entre una escritura creativa y una escritura comunicativa.

¿Sobre qué te gusta escribir?

            Podríamos empezar al revés. No me gusta escribir sobre mí ni, en general, sobre sentimientos personales. No me interesa, carece de un interés creativo literario. Huidobro, que creó un movimiento que se llamó el creacionismo, sostenía que un poema innova con lo que ya hay en el mundo, que el poema en cuanto obra de arte es una creación, su verdad, su justificación, viene de ella misma. Todo esto que estoy diciendo es lo que creo que hay que hacer, no significa que yo lo consiga. A mi me importa la creación. Los temas vienen dados. La línea dominante de mis poemas es la de una cierta mirada a algo que puede ser la naturaleza o el mundo exterior, todo aquello que no está influido por el ser humano. Por ejemplo esta mañana, tranquila, no te voy a recitar poema, no te preocupes, me levanto y el cielo estaba totalmente claro y había una nube rosa ahí colgada… Pues bien, escribí algo sobre eso. Antes los llamaba poemas de la mirada y ahora digo que son poemas del asombro. La obra de arte, lo han dicho grandes pensadores, es una apertura a la realidad. La siguiente pregunta es ¿qué realidad? Evidentemente no la de los periódicos o la de las ciencias físicas sino una realidad que dialoga con el ser humano. No soy místico, que conste, pero hay momentos que uno siente el entorno. Te cuento. Nosotros vivimos una temporada en el campo. En un principio los árboles que rodeaban nimg222uestra casa eran anónimos pero al cabo de un tiempo de frecuentación se abstraía todo eso y te decía algo, te comunicabas emocionalmente con ellos. Eso es una vivencia poética, a mi manera de ver.

Cierto es que tienes muchos poemas de naturaleza.

            Pero no pretendo describir la naturaleza. La vida social está llena de convicciones, de hecho hay algo así como paquetes de significados. Algunos distinguen entre sensibilidad y percepción. La sensibilidad teóricamente es la mera recepción de estímulos pero en realidad el cerebro es mucho más. Los estímulos no se registran independientemente. Hay como marcos mentales. Eso es la ley de la economía del esfuerzo. Si no tuviéramos hábitos y mecanismos no daríamos dos pasos. Imagínate pensar y meditar cada paso para bajar una escalera… Nunca lo lograríamos o nos caeríamos. Esa es la parte positiva de los convencionalismos, pero la parte negativa es que se van cerrando las posibilidades de significado y estar en contacto con algo singular es cada vez más difícil. El cerebro te predispone no para conocer sino para reconocer, no para presentar sino para representar. Sobre esto ya hablaba Platón. Hay momentos en los que consigues despojarte de esas vestiduras y llegar a las cosas desnudas. Es un ideal, porque siempre hay un velo, no hay una mirada absoluta. En la realidad humana, en la naturaleza, no hay nada absoluto. Hay gente que todo lo que dice es previsible. Con esa gente te aburres. No tiene ningún interés. Pero si uno hace una actividad artística eso se tiene que reflejar. La gente que habla a través de frases hechas y de clicés tienen un problema, y es que son muy pasivos. Si algo como el idioma, que es algo propio, que es un órgano, si el lenguaje lo utilizan de esa manera previsible esa persona está troquelada para ir a parar a los casilleros predeterminados que los mecanismos de poder de la sociedad le ofrecen, esa persona no está acostumbrada a poner en tema de juicio las cosas. Otro de los temas recurrentes en mi poesía es la duda. Yo he reflexionado mucho sobre la tradición de los filósofos escépticos y la gente que por carácter, por desarrollo mental son escépticos. Siempre se ha descrito desde el punto de vista de los dogmáticos. Para un dogmático un escéptico es nada. Y yo pienso al contrario: el escéptico trabaja más mentalmente que el dogmático, que lo tiene todo digerido. A mi me interesa mucho porque creo que el mal de nuestra época es el conformimso. Hablábamos antes de las vanguardias del principio del siglo XX, y lo que no se les puede negar es que no fueran conformistas. Creían que con un manifiesto de movmiento de vanguardia iban a cambiar el mundo. Se engañaban, no lo cambiaron, pero hay que creeer en eso porque si no hay gente que te dice que es por la naturaleza humana y yo les digo: ¿tú has visto alguna vez la naturaleza humana?. Se pueden saber cosas sobre la naturaleza de la hormiga, que ha sido estudiada, y uno que sabe puede decir cosas, ¿pero del ser humano? Somo un proyecto que está ahí.img238

Tienes muchos poemitas cortos ¿Qué trabajo llevan?

            Varía. A veces lo escribo y no lo toco. Otras pasa mucho tiempo y vuelvo. No hay en absoluto un tiempo medio, pero son más las veces que quito y borro a las veces que añado.

¿Han publicado algún poema suyo a otro idioma?

             No, bueno, sí, uno al griego que se publicó en una revista. Tenía el recorte en mi casa, ahí clavado con chinchetas. Me hacía gracia verlo escrito con las grafías griegas.

¿Y tú has traducido poesía?

            Algún poema pero nunca un poemario.

Tiene que ser difícil.

            Depende de la sintonía que puedas tener con el texto. Cuando se habla de traducción siempre se pone como caso límite la poesía. No toda la poesía es igual de difícil de traducir. Hay poetas conceptuales cuya expresión está menos ligadas a las características concretas de su idioma.  Hay casos, como, por ejemplo, el de Pessoa, que como es un poeta bastante conceptual, y aunque siempre sonará mejor en portugués, su obra no presenta obstáculos insalvables para la traducción. Hay poetas intraducibles porque están muy ligados a las características del idioma y luego hay milagros. Por ejemplo, acabo de adquirir una traducción de los años 60 de un libro de Apollinaire donde hay una estrofa traducida, la clave del libro, que está incluso mejor en español que en original. Hay que intentarlo. Hay gente que lo consigue.

¿Cómo llegó a ti El nombre de la Rosa? ¿Estabas en contacto Umberto Eco?6-el-nombre-de-la-rosa1

            Llegó a mí porque me la pasó el traductor que lo iba a hacer en primera instancia y que no podía. Él me recomendó a la editorial. La principal dificultad, lo que requería más tiempo, era verificar datos culturales e históricos. En el original italiano aparecen una serie de personajes con nombres italianizados. Eco había hecho su tesis sobre Santo Tomás, él es un gran conocedor del medievo. De aquella no había Google y lo fui resolviendo con Espasa Calpe. El autor escribió unas instrucciones para los traductores. Muchas veces eran útilies, cómo veía él ciertas cosas, pero también había supuestos desconcertantes. Había un pasaje que decía que mientras traducías cierta escena debías estar escuhcando cantos gregorianos. Rarezas. Él siempre fue un divo y cuando entró en el mundo de la novela tomó una proyección mayor. Tenía todo el derecho a decir lo que le diera la gana pero a mi no me sirvió de nada el consejo de la música gregoriana. En el libro había algún anacronismo, por ejemplo estos monjes del siglo XIV que comen pimientos. Los pimientos son americanos. Hasta el descubrimiento de América los pimientos no llegan al viejo mundo. En uno de estos intercambios yo se lo señalé, pero se ve que no le gustó porque él es un erudito, él no puede equivocarse, pero se equivó porque es un ser humano. No lo estoy crucificando por esto. En cuanto a la parte filosófica de la novela, en la que hace ese cruce entre la novela de Arthur Conan Doyle de Baskerville y la figura de Guillermo de Ockham, el filósofo nominalista de finales del medievo, como yo estudié Filosofía, no me planteó ninguna dificultad. Es un libro que da la impresión de ser muy erudíto pero no lo es tanto, por eso lo han leído tantas personas, supongo.

¿Preferirías ser más conocido por tu obra que por tus traducciones?

            No. Esto es muy fácil de contestar. A mi no me interesa ser conocido, ni por esto ni por lo otro. No pienso en la repercusión cuando escribo. Hay una etapa en la que uno se dedica a escribir sin intención ni necesidad de mostrarlo. Luego llega otro momento en el que piensa que ya está hablando con su voz propia y no tiene ningún problema en mostrarlo y posteriormente mostrarlo pasa por publicarlo, que alguien se cruce alguna vez con eso en el camino con lo que has hecho, que le diga algo o no le diga nada, pero como yo no creo en la inmortalidad en ninguna de sus varientes tampoco creo que me vaya a hacer inmortal porque haya un libro mío publicado o no.

¿Es la poesía una vía de escape al trabajo más aburrido de las traducciones institucionales que hace por ejemplo para las Naciones Unidas?

            Evidentemente el contraste es total, son las antípodas. es una actividad que yo hago en la que tengo que hacerlo bien, entre otras cosas porque te pagan. Pero yo no diría es una vía de escape, escape sería ganar la lotería. Por trabajar en las Naciones Unidas tuve la ocasión de conocer a poetas como Gelman o Valente, los dos traductores también.

¿Hay algo por ahí que nos estemos perdiendo en español porque todavía no esté traducido?

            Giorgio Manganelli, por ejemplo, está parcialmente traducido en España. Es un autor que no caló. No se percibió la magnitud de su obra. Otro italiano es Alberto Savinio, un artista polifacético, hermano del pintor Giorgio de Chirico. Siempre hay escritores que deberían difundirse más pero, este es otro tema, el lector está muy manoseado. Umberto Eco una vez dijo que desde el punto de vista literario algunas series de televisión podían ser tan interesantes como el Ulises de Joyce, sobre la que él tiene un ensayo. Yo no estoy de acuerdo. Yo creo que la gran literatura existe y no podemos reducirnos a los sentimientos predigeridos como los potitos del bebé. Las librerías están llenas de montañas de best sellers que, no es obligatorio, pero en general son una porquería. Son libros que la gente la lee para distraerse y la obra de arte no es para distraerse. El mismo Eco cuando empezó a escribir novelas dijo que lo ameno no quita lo culto. Yo no creo en la amenidad, sí en el sentido de los clásicos latinos, pero no en el sentido de «ahora te voy a demostrar que la vida es muy sencilla, tú no te preocupes y nos vamos a divertir». Yo viví, crecí y me formé en la época del existencialismo y creo que marcó la pauta de que la vida no es eso. Tú relees a Camus y tiene esa garra existencial,  te das cuenta de que ahí hay muchas sensaciones y no solo frustración y dolor. La vida es la vida. Ya Rimbaud hablaba de la rugosa realidad. La realidad no es pulida como un mármol. No digo que eso se refleje directamente en mi poesía, que tiende a descolocar las ideas los conceptos mezcladas con imágenes, pero mi manera de ver es esa.

¿Aun continúas estudiando?

            Cuando uno termina una carrera como Filosofía sabe que va a seguir estudiando, estudiando fuera de los límites de un ámbito académico. Es decir, no es que me haga un programa pero sí vuelvo a ciertos temas de la carrera. Por ejemplo, pasé varios años releyendo la obra de Spinoza con el que estoy bastante de acuerdo. Releo a Kant, a los clásicos, también libros sobre arte. Fundamentalmente leo poesía y ensayo, y rara vez novela.

¿Por qué Gijón?

            Cuando llegué a España vivimos en Barcelona, luego unos cuantos años en las Islas Baleares y finalmente vinimos a Gijón por un tema de salud de mi mujer. Yo había tenido un compañero de trabajo que vivía aquí y me había hablado de Gijón. De aquella el País Vasco estaba como estaba, Galicia nos parecía muy húmedo y vinimos aquí y nos gustó el sitio y la gente. Porque lo importante al final es cómo te entiendes con las personas que te rodean. No puedes vivir en una tarjeta postal. Encontramos que la gente es muy abierta y de hecho vinimos a vivir aquí sin conocer a nadie y ahora tenemos muchos amigos, amigos de confianza.

 

 

 

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